Una tragedia italiana

El marqués Camillo Casati Stampa di Soncino, heredero de una de las familias más nobles y ricas del norte de Italia, se casó con una mujer del sur, bella y plebeya, de profesión peluquera, llamada Anna Fallarino. Al marqués le gustaba compartirla, o más bien prestarla. Ambos recorrían playas, puertos, bares, en busca de un hombre adecuado. Cuando lo encontraban, el marqués hacía cesión temporal de sus derechos maritales. Al marqués le gustaba ver a Anna copulando con otros hombres y tomar fotografías de cada acontecimiento. Cosas que pasan. Algunas de esas fotos circulan por Internet.
El arreglo conyugal funcionó durante años, hasta que el marqués y Anna, con 43 y 41 años, toparon con un joven universitario, Massimo Minorenti, dirigente de las juventudes fascistas. En principio, Minorenti no había de ser más que otro nombre en la lista que el marqués guardaba en su diario. Pero Minorenti se enamoró de Anna, y Anna de Minorenti. El 30 de agosto de 1970, el marqués volvió inesperadamente a su piso del Parioli, en Roma, y sorprendió a los dos amantes. Los mató con una escopeta de caza y se suicidó.
Aquí acaba la parte dulce de la tragedia. Lo que sigue es la parte amarga.
El marqués tenía una hija, Annamaria, de un anterior matrimonio. Annamaria era la heredera universal. El marqués dejó un gran patrimonio cuya joya principal era Villa San Martino, en Arcore, cerca de Milán. Se trataba de una fabulosa residencia del siglo XVIII, situada en una finca de un millón de metros cuadrados y repleta de libros antiguos y obras de arte, valorada en unos 1.700 millones de liras. Pero Annamaria era aún menor de edad, y la custodia del patrimonio cayó en manos de los dos tutores designados en el testamento: un senador, Giorgio Bergamasco, y un joven abogado, Cesare Previti.
Annamaria permaneció en el extranjero, en un internado, hasta el 22 de mayo de 1972, fecha en que cumplió 21 años y alcanzó la mayoría de edad. Su primera decisión fue la de poner en venta las casas, incluida Villa San Martino, porque le traían malos recuerdos. Poco después, el senador Bergamasco entró en uno de los múltiples gobiernos presididos por Giulio Andreotti y dejó al abogado Previti como único asesor de la joven heredera. Para mantener la maravillosa biblioteca de Villa Martino hasta que se realizara la venta, Previti contrató a un conocido suyo, también abogado, llamado Marcello dell'Utri.
En 1974, Previti comunicó a Annamaria que había encontrado un posible comprador para Villa San Martino. Esa era la buena noticia. La mala noticia era que el posible comprador no ofrecía más de 500 millones de liras, y no quería pagar en efectivo, sino en acciones de su empresa constructora, Edilnord. Previti, como persona de confianza, aconsejó vender. Le habló a Annamaria de la crisis petrolera, de la recesión, de la crisis. Y Annamaria vendió, por 500 millones. En ese año, 1974, 500 millones eran el precio de un buen ático en el centro de Milán.
Annamaria se marchó a Brasil, donde descubrió que las acciones no valían, ni de lejos, 500 millones. Nunca más quiso hablar del asunto.
El resto de la historia es bien conocido. El bibliotecario Dell'Utri siguió residiendo en Villa San Martino: por algo era desde hacía tiempo secretario personal del nuevo propietario, Silvio Berlusconi. El ex tutor y hombre de confianza de Annamaria, Cesare Previti, ingresó de inmediato en Fininvest, una de las sociedades de Silvio Berlusconi.
Marcello dell'Utri desarrolló en los años siguientes una brillante carrera empresarial, a las órdenes de Silvio Berlusconi, y una brillante carrera política como senador de Forza Italia. Fue condenado por cooperación con asociaciones mafiosas, intento de extorsión (condena anulada en apelación) y fraude fiscal. Actualmente goza de gran prestigio como bibliófilo.
Cesare Previti fue nombrado ministro en el primer Gobierno de Silvio Berlusconi. En 2006, el Tribunal Supremo italiano le condenó por corromper a un juez romano con dinero de Silvio Berlusconi. Dado que tenía más de 70 años, no ingresó en prisión y debió cumplir servicios sociales.
Villa San Martino sigue siendo la residencia principal de Silvio Berlusconi.
Esta historia carece de moraleja.


Esta es la transcripción del artículo de Enric González, del 12 de octubre de 2008, aparecido en EL PAÍS.

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