Septiembre: la vuelta al cole, al curro, conciertos a la vista, cursos y talleres, la ciudad se mueve. Nos movemos algo despatarrados entre zanjas y agujeros negros, pero avanzamos. He ahí el espíritu combativo (o evasivo, que no lo sé muy bien) de los madrileños que me flipa. Y para desconectar nos tomamos una cañita, a casi 40 grados en pleno mes de septiembre, en un apartado de Chueca. Me como una aceituna y miro el paisaje: una grúa de dos metros que han “montao” para abrir otra boca de metro. A falta de AVE, el metro va a llegar hasta Donosti, pienso.

Y es que Madrid da mal rollo últimamente. Por ejemplo, el incendio de la Torre Espacio en medio de la llegada de nuestros campeones. Viene la selección de baloncesto triunfante y de mientras se nos quema la torre más alta que estamos construyendo (simbólico) Toma, dos en uno y en la misma zona.

Las cosas que pasan en Madrid son como las viñetas chuscas de Francisco Ibáñez. De hecho, “Ofelia” existe y trabaja en mi despacho.

Que cansada me siento. Después del Wintercase, me piro, tengo proyectos. Esto no da más de sí.

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Suena “Alive” de Peral Jam

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