¿Quién es el señor Hobsbawn? (II)
E.J.Hobsbawn nació en Alejandria en 1917 de padre británico y madre alemana, aunque los dos de origen judío. Tras unos primeros años en Viena y en Berlín (donde vivió la ascensión del nazismo, como cuenta en su “Historia del siglo XX”) acabo en el Reino Unido, donde se doctoró en historia y vivió la Segunda Guerra Mundial. Ya desde sus estancia en la joven república alemana se hizo militante del partido comunista, y más importante aún para su producción historiográfica, marxista. Tras la Segunda Guerra Mundial, formó parte del grupo de los historiadores neomarxistas británicos, con coincidencias con la escuela de Annales francesa: George Rudé (con quien escribió un libro sobre las revueltas campesinas de principios del siglo XIX en el Reino Unido), Christopher Hill y E.P. Thompson son los más importantes.
Es en esta época, años 50-60, cuando realiza las obras que le harán el historiador contemporáneo más famoso de la segunda mitad del siglo XX, su resumen del periodo contemporáneo con sus eras: “La era de la Revolución”, “La era del capital” y “La era del Imperio”. En los 90 escribió su “Historia del siglo XX” donde muestra su desconcierto por la caída de la URSS y el fin del sueño de progreso que parecía tan firme para la izquierda desde 1968 (y que hoy, en el 2007, parece tan lejano).
Pero Hobsbawn ha hecho investigaciones aún más importantes e innovadoras: un análisis sobre las formas de protesta primitivas (“Rebeldes primitivos) y el bandolerismo como forma de protesta en la sociedad tradicional (Bandidos), estudios sobre el movimiento obrero (“Trabajadores”), una investigación sobre como los países crean unas tradiciones “falsas” e inventadas a finales del siglo XIX, (“La invención de la tradición”), un estudio sobre el nacionalismo (“Naciones y nacionalismo desde 1780”) e incluso un estudio sobre la influencia e interacción del jazz y las ideologías más “subversivas”. Por tanto, estamos ante un historiador que ha tratado cuestiones de historia política con mayúsculas, pero también historia social y cultural, y con una gran sutileza.
En su último libro, “Guerra y paz en el siglo XXI” , Hobsbawn realiza reflexiones agudísimas sobre el mundo actual. Valga esta muestra, sobre los estados en el siglo XXI y su debilitamiento:
“se está reduciendo la lealtad que los ciudadanos le profesan y su disposición a hacer lo que éste quiere que hagan. Los países contendientes en las dos guerras mundiales lucharon en ellas con ejércitos de reemplazo; es decir, con ciudadanos convertidos en soldados y dispuestos a matar y a morir a millones «por la patria», como suele decirse. Esto ya no ocurre. Dudo que cualquier gobierno que diera a sus ciudadanos una mínima capacidad de decisión en la materia, y lo dudo igualmente de los varios que no les ofrecen tal opción, pudiera volver a hacer lo mismo —desde luego no Estados Unidos, que abolió el servicio militar obligatorio tras la guerra de Vietnam—. Ahora bien, en un terreno más apacible, esta reticencia se aplica igualmente a la disposición de los ciudadanos a respetar la ley, o dicho de otro modo, a la percepción que éstos tienen de la justificación moral de las leyes. Si nos parece que una ley es legítima, la acatamos de bastante buena gana. Consideramos de razón que los partidos de fútbol requieran la presencia de árbitros y jueces de línea, y confiamos en que éstos ejerzan sus legítimas funciones. Si no lo creyéramos así, ¿qué efectivos de la fuerza pública no se precisarían para establecer y conservar el orden en el campo? Muchos automovilistas no aceptan la justificación moral de los radares de control de velocidad, y por tanto no dudan en desentenderse de ellos”
Pero Hobsbawn ha hecho investigaciones aún más importantes e innovadoras: un análisis sobre las formas de protesta primitivas (“Rebeldes primitivos) y el bandolerismo como forma de protesta en la sociedad tradicional (Bandidos), estudios sobre el movimiento obrero (“Trabajadores”), una investigación sobre como los países crean unas tradiciones “falsas” e inventadas a finales del siglo XIX, (“La invención de la tradición”), un estudio sobre el nacionalismo (“Naciones y nacionalismo desde 1780”) e incluso un estudio sobre la influencia e interacción del jazz y las ideologías más “subversivas”. Por tanto, estamos ante un historiador que ha tratado cuestiones de historia política con mayúsculas, pero también historia social y cultural, y con una gran sutileza.
En su último libro, “Guerra y paz en el siglo XXI” , Hobsbawn realiza reflexiones agudísimas sobre el mundo actual. Valga esta muestra, sobre los estados en el siglo XXI y su debilitamiento:
“se está reduciendo la lealtad que los ciudadanos le profesan y su disposición a hacer lo que éste quiere que hagan. Los países contendientes en las dos guerras mundiales lucharon en ellas con ejércitos de reemplazo; es decir, con ciudadanos convertidos en soldados y dispuestos a matar y a morir a millones «por la patria», como suele decirse. Esto ya no ocurre. Dudo que cualquier gobierno que diera a sus ciudadanos una mínima capacidad de decisión en la materia, y lo dudo igualmente de los varios que no les ofrecen tal opción, pudiera volver a hacer lo mismo —desde luego no Estados Unidos, que abolió el servicio militar obligatorio tras la guerra de Vietnam—. Ahora bien, en un terreno más apacible, esta reticencia se aplica igualmente a la disposición de los ciudadanos a respetar la ley, o dicho de otro modo, a la percepción que éstos tienen de la justificación moral de las leyes. Si nos parece que una ley es legítima, la acatamos de bastante buena gana. Consideramos de razón que los partidos de fútbol requieran la presencia de árbitros y jueces de línea, y confiamos en que éstos ejerzan sus legítimas funciones. Si no lo creyéramos así, ¿qué efectivos de la fuerza pública no se precisarían para establecer y conservar el orden en el campo? Muchos automovilistas no aceptan la justificación moral de los radares de control de velocidad, y por tanto no dudan en desentenderse de ellos”
¿No es esto verdad.? ¿Estaríamos hoy dispuestos a luchar y dar “todo por la Patria”, si hubiera una amenaza real a nuestra seguridad? ¿O creeríamos que nos estaban manipulando y hacíamos el tonto? Es curioso, porque en la generación de nuestros abuelos, e incluso de nuestros padres, este compromiso existía. Mi abuelo sin ir más lejos, llamado por los sindicatos a defender la República, cogió un fusil y se fue a la lucha. Hoy, ¿lucharíamos? No me malinterpretéis, no soy un belicista. Solo estoy preocupado porque veo que cada vez más hoy en día hay una reticencia en la gente corriente a todo lo político, lo público, y más preocupante aún, lo cívico. Algo que hoy es más necesario que nunca, sobre todo, porque mientras los fanáticos fascistas y fundamentalistas existen, y no tienen tantos escrúpulos morales
Tras este mitin, solo me queda dar una recomendación final: a todo el que le interese lo social o comprender el mundo, leerlo por favor.
Video del dia. Como Hobsbawn hizo un estudio del Imperio británico ("Industria e Imperio") a ver que os parece este video: http://www.youtube.com/watch?v=ZFWU9moYST8
Cuando los obreros aún llevaban visera.
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