Y consigo un pase de prensa para visitar
Madrid Fusión. Y se supone que es un mundo que me ha de encandilar, que tengo que defender porque, de alguna manera, formo parte de él, pero no. Resulta que me sale la vena más crítica y lo miro todo con mosqueo.
Me mosquea la presentación que hacen en el auditorio del “
Trash Cooking Marino” y me digo: “¿casquería del pescado? puag… ¿No tenemos bastante con los callos, los sesos y los hígados de toda la vida?” Hombre, será toda una revolución, pero no me agrada en absoluto, gracias.
En esas, una señora en un stand nos introduce a Rod y a mí en la
cata del aceite de oliva extra virgen y aunque el experimento me resulta muy interesante, me percato de que la señora ha degustado “otros tantos caldos” previamente. Que la lengua le patina, que ha tropezado dos veces con el stand y casi se cae, que sólo se dirige a Rod y que su escote ha alcanzado un límite que dista bastante de la elegancia. Me choca que esta mujer de cabaret me hable del aroma a hierba, a manzana, a campo abierto… y me pongo muy triste.
Buscando más experiencias, vamos a la conferencia de “
Coca-cola con cuchillo y tenedor”. Se ve que Coca-cola quiere desligarse de la idea del “
junk-food” y paga. Y supongo que paga una pasta a
un famoso crítico gastronómico y a
dos chefs consagrados para que nos hablen de los nuevos usos de la coca-cola en la alta cocina. Y nos invitan a maridar foie con coca-cola, atún en escabeche con coca-cola, queso azul con coca-cola. Y nos montan todo un circo echando coca-cola en nitrógeno líquido, y nos dan un papel comestible que huele a vainilla con el logo de coca-cola y entonces una señora dice que untar pan en la coca-cola es lo más. Y se hacen pajas, con perdón.
Me decido ir a la conferencia “
Viaje tridimensional con una copa de Ribera de Duero”, viaje psicodélico, diría yo. Se me escapa cualquier concepto de aroma o de sabor cuando lo que me piden es que identifique con ayuda de un diagrama loco lleno de lucecitas, dibujitos que se mueven y flechitas de colores, cada una de las sensaciones – millones al parecer – que se producen en mi lengua y en mi mente al maridar un joven – primero - y un reserva Ribera del Duero – después - con un trozo de pan frito en aceite de lechazo. Me confundo y me estreso. De repente no entiendo en qué idioma me hablan, no comprendo lo que estoy degustando ¿vino? ¿un ácido? ¿qué estamos haciendo allí un montón de panolis comprobando la “proyección tridimensional del vino” como idiotas?
Y me mosquea la gente. Descubro el otro mundo que subyace, el del juego de poderes: belleza/juventud vs. dinero/madurez. Se buscan y se encuentran, y personalmente, me repele.
Y pienso que con tantas tonterías estamos perdiendo la sencillez, la inocencia y la pureza de las cosas. Y no me gusta.
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Sonando
Care of Cell 44 de los
Zombies, gracias a dios todavía me quedan cosas como esta.
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